lunes, 7 de mayo de 2012

Este no es mi barrio ( Periodico diagonal)



ABURGUESAMIENTO
Éste no es mi barrio (me lo han cambiado)

Las transformaciones de las metrópolis han dado lugar al fenómeno de la gentrificación o ‘aburguesamiento’. Entrevistamos al colectivo Left Hand Rotation, que investiga estos procesos desde el punto de vista artístico.

RAMÓN CALANDRIA


SÁBADO 5 DE MAYO DE 2012. NÚMERO 173

Las cámaras de videovigilancia le aportan seguridad en su primera incursión por las calles de este barrio. Mira las señas del piso en su Moleskine y llama al agente inmobiliario que le espera en el ático recién reformado. A usted quizá le parezca irritante que el vendedor le hable de la “multiculturalidad” de la zona, pero a él lo han programado así y, por otra parte, si se piensa con detenimiento, esa abstracción tiene sus ventajas concretas: en el barrio del que viene es imposible encontrar un comercio abierto un domingo; mucho menos una frutería. El comercial le dice, para tranquilizarle, que en los últimos tiempos muchos jóvenes profesionales se están mudando al barrio. Y le tranquiliza.


No se inquiete, hoy no vamos a hablar de usted, sino de lo que le ha pasado al barrio que ha visitado. Desde hace más de un año, el colectivo Left Hand Rotation está realizando dos proyectos paralelos sobre el proceso que lleva a las administraciones locales a convertir una identidad cultural en una identidad territorial. El primero es ‘Gentrificación no es un nombre de señora’, un taller que explica qué es eso de la gentrificación en barrios afectados por este proceso.


Gijón, Madrid, Valencia, Bilbao, Brasilia, Sao Paulo y Lisboa han sido las primeras paradas de este proyecto, en el que Left Hand Rotation desarrolla el concepto de gentrificación desde el punto de vista de los artistas, y también la contradicción de que “los artistas son un agente gentrificador, muchas veces de manera involuntaria”, nos cuentan vía Skype. Pero, si no es un nombre de señora, ¿qué es? “Es una respuesta aspiracional a la globalización”, dicen, y se observa en “cómo los gobiernos intentan posicionarse, en competición, para aparecer como ciudad-marca”. El modo de hacerlo que más se percibe es a través de logos y de la “construcción de ornamentos a través de la adquisición de cromos de grandes arquitectos como Foster o Niemeyer”.


Y si de nombres va la cosa, por lo visto, hay que fijarse en el de Richard Florida, pope del asunto, según nos cuentan Left Hand Rotation, y autor de dos libros de aquellos que crean mantras y seducen a partidos políticos, Creative class y Creative Cities. En ellos, Florida pone en valor (sic.) el ímpetu de las clases creativas, formadas de toda la vida por profesionales del arte, el diseño, la ciencia, la investigación y hasta la animación cultural, añadimos. El hecho de que ese impulso “creativo” desplace a los habitantes del barrio que se ha puesto en valor (ejem) es una consecuencia esperada de esa suerte de transformación económica, en la que hay unas condiciones de partida similares: la degradación real o inducida de una zona, y un objetivo idéntico: su conversión en un lugar en el que las clases creativas se sientan bien.


Para que la fórmula surta efecto es necesario que ese barrio se conserve en un estado suficientemente pintoresco para el paladar del turista canibal, y de los nuevos vecinos, esas clases creativas que desplazan a los habitantes de la zona de una forma que supone “la colonización de una clase sobre otra”, indican nuestros interlocutores. Para resolver la ecuación se procede a una museificación o momificación de la zona a ser explotada y se bloquea “la evolución no inducida”, explican desde Left Hand Rotation. Por eso se usa el término “urbanalización”, que se concreta en una gestión idéntica de las diferencias y una fórmula de construcción del paisaje turístico basado en tres elementos: la multiculturalidad, el elemento “histórico” y el que se trate de barrios “populares”. No obstante, apuntan desde este colectivo, a veces esta momificación es preferible a la destrucción pura y dura del barrio, en referencia al barrio del Cabanyal en Valencia.


Memoria del desarraigo


El segundo proyecto que Left Hand Rotation está llevando a cabo últimamente es ‘El Museo de los Desplazados’, en el que ya han participado personas y colectivos de 30 ciudades. En este caso se trata de hacer un inventario de aquello que desaparece en ese proceso de “bar-celonización” de los barrios –y es que el ejemplo de El Raval, inmortalizado en el documental En Construcción, de José Luis Guerín, ha dado pie a un ejemplo universal–. Colectivos y personas de 30 barrios de otras tantas ciudades han aportado materiales para un archivo que da fe de esta pérdida del espacio ante el empuje del interés privado.


“El perfil del desplazado es similar”, comenta Left Hand Rotation, “personas económica-mente vulnerables, muchos migrantes, mayores o herederas de rentas antiguas”. El progreso del barrio no va con ellos, ya que se favorece el tipo de empleo que mejor se adecúe a esas clases creativas y se disparan los alquileres. De fondo, dicen, está el problema de que la ciudadanía no decide sobre el modelo de ciudad en la que (sobre)vive, “hay un abandono por parte del poder público; como no hay dinero público para invertir en la rehabilitación de barrios se favorece la inversión privada, a partir de ese momento se pierde el control de políticas que impidan la segregación”, comentan, y proponen como solución escapar de la dicotomía entre público y privado y trabajar desde la participación en un proyecto común de ciudad.

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