Fernando Cembranos Díaz
Revista Intervención Psicosocial
Introducción
La televisión como fenómeno social recibe escasas críticas en comparación con el enorme poder del que dispone para autopromocionarse. Aún así las pocas críticas que sobre ella se vierten suelen centrarse en la facilidad con la que puede realizar una manipulación partidista (se menciona menos la manipulación ideológica), en lo indeseable de algunos de sus contenidos, en especial los violentos, y en la frecuente falta de calidad y la trivialidad de muchas de sus propuestas (telebasura). Las propuestas derivadas de estas críticas se centran a su vez en una mayor democratización de sus estructuras, en la autocensura ética de alguno de sus contenidos, en una tibia llamada a la calidad de sus programas y en un repertorio de propuestas educativas para “ver mejor” la televisión con una perspectiva más crítica.
De lo que no se habla casi nunca es de las repercusiones sociales, políticas, psicológicas y ecológicas de la televisión en sí misma, como bombilla de colores, que es mirada por millones de personas durante una media de tres horas y media al día.
La televisión es un aparato especialmente eficaz para suprimir millones de interacciones entre las personas y todo lo que la interacción produce: conocimiento, lenguaje, comunicación, estructuras de relación, afecto, contacto, conflicto, creación, organización social y poder.
Basándose en la dificultad que el cerebro tiene (y en especial el sistema emocional) para distinguir entre la realidad y las imágenes virtuales, la televisión desplaza las interacciones de las personas entre sí y con el territorio, y las sustituye por la contemplación de un espacio virtual en continuo movimiento, cuyas imágenes han sido seleccionadas y manipuladas intencionalmente por unas pocas personas al servicio, en última instancia, de la comercialización a gran escala.
La televisión mientras, desarticula las redes naturales de relación social, desplaza las preocupaciones al espacio virtual y esconde el deterioro del espacio real. A su vez consigue, con una eficacia desmesurada y sin que se note mucho, acelerar la concentración de poder sobre la realidad misma.
Para poder dar cuenta de algunos de estos fenómenos comentados, el artículo presenta en primer lugar algunos datos significativos sobre la visualización de la televisión, en segundo lugar aborda los mecanismos psicológicos en los que se basa esta tecnología, en tercer lugar se plantean las consecuencias que de esta tecnología se derivan para las relaciones interpersonales, la concentración de poder, las representaciones sociales y el territorio. Por último, se presentan una serie de reflexiones para trabajar desde el ámbito de la intervención psicosocial.
1. Algunos datos
- La media de horas al día de visualización de TV en el territorio del estado español era de 3 horas en 1989 y de 3,5 horas en 2000.
- La pareja media norteamericana dedica 20 horas semanales a ver el televisor y sólo 30 minutos a hablar de tu a tu.
- A lo largo de la vida habremos estado 8 años enteros sentados frente al televisor.
- Por cada 10.000 minutos de información y publicidad de las grandes compañías multinacionales aparece un minuto de crítica hacia ellas. Muchas de ellas no reciben nunca ninguna crítica.
- Según Galbraith se publicita lo que no se necesita. La inversión anual publicitaria en España es de cerca de 10.217 millones de euros (1,7 billones de pesetas). Una familia de dos hijos emplea 962 euros (160.000 ptas.) al año en que le recuerden aquello que tiene que consumir -en concepto de sobreprecio del producto-.
- De las seis horas de media de tiempo no regulado de las que se disponen al día, el 58% se dedican a ver la televisión y las restantes, en una buena parte, a comprar y o usar los productos que en ella se anuncian.
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