El modelo masculino hegemónico de sexualidad
El modelo funciona, muy esquemáticamente, mediante una ecuación sencilla. El coito se iguala al orgasmo (1 coito= 1 orgasmo) Es pues, un modelo de sexualidad explícito (pues el orgasmo masculino se expresa en la eyaculación, la proyección externa) y cuantificable. No importa tanto el modo (lo cualitativo) sino el cuantos (lo cuantitativo). Es una sexualidad diacrónica y compulsiva, el valor de uso queda subordinado al valor de cambio.
Pero el modelo femenino es diferente, al menos en teoría. Su capacidad para experimentar los orgasmos es, cuanto menos, ilimitada. Así, por cada coito una mujer puede, potencialmente, experimentar diversos orgasmos. Es un modelo continuo, sincrónico. Y un orgasmo implícito (interior), no objetivable, y por ello, amenazante para el varón, pues la potencia orgásmica femenina es el correlato de la impotencia masculina.
Y sin embargo, es preciso señalar que la mayoría de las mujeres no experimentan regularmente el orgasmo como consecuencia del coito. La sexualidad femenina se subjetiviza, y el paso se produce de las cuentas (masculinas) a los cuentos (femeninos): se fingen, para satisfacer las expectativas del varón, las expectativas dominantes; el varón se deja engañar, las fronteras del tener y el parecer quedan diluidas.
Del orgasmo (insatisfecho) al consumo (insatisfactorio)
La sociedad preindustrial, con una ideología hegemónica de tipo religioso, nos hace asumir las insatisfacciones presentes (terrenales) prometiendo tras la muerte la plena satisfacción (celestial): su síntesis es “mañana, cadáveres, gozareis”.
Con el Capitalismo de Producción, el modelo se mutila bajo una promesa más inmediata. “Tú aguanta en la fábrica, y al final tendrás un piso, y un coche...” La síntesis sería: “Mañana, gozareis”.
Con el nuevo Capitalismo avanzado o de Consumo, todo se desregulariza, todo se liquida, porque todo ha de ser líquido y circular. La síntesis nos abandona en una búsqueda absurda y alienante, indeterminada: “Gozareis”. Y, recordemos, la unidad de medida de goce es el orgasmo. La búsqueda del mismo, la búsqueda del placer queda siempre aplazada en una búsqueda imposible. Todo ha de circular porque todo ha de ser líquido. Sin liquidez nos colapsamos. El anterior sexo, con-solidado, fluye ahora en infinidad de aventuras. Se juega alcoleccionista de amantes. Ya no importa su subjetividad, sino sus categorizaciones más superficiales (negro/a, latino/a, bollicao/maduro, rubio/a,…). Descubriremos demasiado tarde que el álbum de cromos nunca se termina, y estaremos condenados a seguir coleccionando.
El agua que no fluye se pudre, como en una ciénaga. El agua que fluye ya nunca es la misma, y se escapa (panta rhei). El final siempre es la muerte.
Y en nuestra desesperada huida, el goce presente a cambio de la muerte latente. Como hámsteres enjaulados que corren en la rueda que gira y gira, y fluye y fluye. Circularidad alienante, huida hacia delante.
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